Parte 1:
Nuestro Club tenía como meta hacer un Cody grande, de esos que meten miedo. Ya saben, cuando un barrilete alza vuelo, su tamaño -por mas grande que sea- se vuelve minúsculo, y eso nos pasaba con nuestros Codys, que apenas se elevaban ya sabían a poco nuevamente. Por eso, con Santiago Domínguez queríamos hacer algo un poco más grande. La idea era llevar la escala a más allá del 80% de lo que tenemos ahora, y ensayar la variante del ala extendida para el Cody lo que le da una mayor envergadura.
Me puse a la tarea de hacer los moldes, los que me parecían inmensos. Las alas, insólitas; las puntas, enormes. Todo era grande, y así debía ser. Con tal de que ‘cuando levante vuelo no se vea chico de nuevo’, cualquier cosa.
Usamos un total de casi 10 metros cuadrados para hacerlo, una barbaridad de material. Las varillas fueron todo un tema, porque no hay nada normal que pueda aguantar el monstruo este, salvo claro los caros materiales importados que no teníamos la ($$$$) intención de conseguirlos. La solución: usar tacuaras enteras, sin cortarlas por la mitad, y con Santi encontramos un tacuaral "público" (léase atentamente la palabra público para entenderlo) del que pedimos diría que prestadas algunas puntas de tacuaras que estaban caídas (algunas) y otras que cortamos para que hagan juego. Como parte risible, al final de toda una tarde cortando tacuaras pasó el dueño, en un tractor, y nos pidió, medio en serio y medio en broma, que "ya que habíamos cortado la tacuara sin permiso por lo menos dejemos limpio el lugar". Eso dio lugar para que Santi haga gala de toda su labia, a tal punto que al final nos ofreció toda una parte que ya estaba seca, "para lo que necesitemos". Milagros de la comunicación que le dicen.
Una vez que tuvimos las puntas, el tema era encastrarlas, y para ello nos vino de perillas un juego de barral para cortinas de baño, de aluminio, que encontré en una ferretería. Calzo justo, tan justo que es increíble, y de esa manera se termino el gran problema de la estructura del Cody. Las punteras de las varillas las fabricamos en el taller de mi viejo, de la manera tradicional.
Luego vino la sesión de fotos, con todo armado precariamente, pero con el simple objetivo de que lo vean los amigos. Gracias a Roberto Cassanello las fotos llegaron al grupo serratamigos, y ahí se armo una polémica jocosa acerca de su condición (carpa de cuatro ambientes, según Freddy Berro) que propicio un duelo con Roberto del que no sé quién salió vivo aún. También gracias a Roberto las fotos llegaron al grupo BaToCo, que es el grupo de barrileteros al que pertenece Roberto y de alguna manera nosotros también estamos comunicados, y en esa ocasión avisamos que lo llevaríamos al festival de Rosario, al que están invitados y tuvieron la gentileza de extendernos dos invitaciones para nosotros que por supuesto aceptamos. Lo cierto es que los batocos lo bautizaron al Cody como "GCC", abreviatura de Gran Cody Correntino, nombre que con Santiago aceptamos en esa ocasión porque nos pareció adecuado.
El material del barrilete es tyvek, que es una mezcla de tela y papel, a tal punto que puede ser cosido o pegado. Es el mismo material del "Laura", el legendario rokaku de Rubén Sosa, y lo hicimos con ese material porque la idea era que, luego de los vuelos iniciales y los ajustes de rigor, lo hagamos en tela para que quede todo como debe ser. Al final, habíamos comprometido a un artista plástico local, Fernando Calzoni, para que nos haga algunos garabatos de colores en él, para sacarle un poco de formalidad y hacerlo mas "asimétrico" a la vista.
Parte 2:
Tengo un grupo de amigos acá, en corrientes, desde hace muchos años. No son estrictamente de mi edad (39) sino que les llevo entre 5 y 4 años a todos ellos, y son aquellos que están siempre cuando se los necesita. Desde hace muchísimo tiempo nos juntábamos los jueves de todas las semanas para cocinar y charlas de lo que venga, el tema era estar juntos. En un principio éramos ocho, y digo en un principio porque una controversia interna hizo que uno se aleje hasta el día de hoy, pero tengo la esperanza de que lo voy a reintegrar.
Uno de los integrantes se llama Héctor Daniel Escobar, un personaje de esos: asesor de seguros, señor de la noche, amante de la cerveza y de cuanto pub abra por acá. Su teléfono sonaba incesantemente en esos afiebrados jueves, preguntando por "el mono mario correntino" como le decíamos. Casi siempre, llamados femeninos. Dueño de una risa inolvidable, muy pocas veces lo vi con el ceño fruncido, mas bien siempre con una sonrisa.
Héctor tenía un especial estilo de vida. Su soltería le permitía apuntalarla con amigos ocasionales, amigas más aun y madrugadas con el sol en la cara, que repetía fin de semana tras fin de semana. Su vida era trabajar a la mañana y visitar gente conocida de noche. Todo un personaje.
El sábado pasado, Héctor tuvo un accidente, en plena madrugada. Chocó de frente con una camioneta estacionada y tuvo graves lesiones en el hígado, a tal punto que, según los médicos, "el golpe hizo que se le partiera en dos". Entro directamente a terapia intensiva, en la que estuvo todo el domingo pasado en observación. El lunes a la mañana lo operaron, porque ya estaba estabilizado, operación de la que salió no sin algunos sobresaltos porque su corazón cada tanto se le trabucaba. Su gran corazón estaba fallando. Nos avisaron que necesitaba sangre, a lo que "los seis" hicimos una cadena inmediata para, el martes a la mañana, ir a donarla, porque la necesitaba en realidad para reponer. El lunes a la tarde nos avisaron que ya estaba cubierta la necesidad de sangre, y quedamos en espera por si hacia falta algo más.
El martes a la mañana, a las 8 y cuarto, suena el celular, y me avisan que había fallecido. Me quede helado porque aun no puedo admitir la muerte de una persona joven, me parece insólita. Luego de hacer la cadena de rigor, fui para la sala mortuoria, la que estaba llena de amigos y conocidos de nuestro gran Héctor. Lo llevamos al cementerio ese mismo día, a un lugar alejado unos 20 kilómetros de aquí, en medio del campo. Fue un día tristísimo para todos nosotros porque no caíamos en darnos cuenta de lo que había pasado. Durante el viaje al cementerio, recordábamos anécdotas de él y, en ese mismo momento, se me ocurrió algo que luego lo lleve a la práctica inmediatamente.
Parte 3:
Tenía una gran deuda, por así decirlo, con Héctor, deuda de gratitud, en realidad, porque estuvo conmigo en momentos muy difíciles de mi vida. Desde ese momento lo vi con otros ojos, con los de alguien que uno no tiene duda que acudiría al momento si lo llama. Con Héctor he llorado en silencio, y con su sola presencia me sentí reconfortado y en este mundo. Me ayudó en momentos jorobados y por eso mi incredulidad sobre su muerte. Pensando en todo eso, en el Cody curvo, todo blanco ... Inmediatamente se me ocurrió rebautizarlo: a partir de ese instante se llama Hetitor, y le adose a su panel inferior derecho un gráfico con su nombre, una caricatura de su cara (por supuesto, riéndose, que otra puede ser) y con una frase que una vez me lo dejo en el parabrisas del auto: "yo vi bien...", Que respondía a una de las tantas anécdotas que teníamos.
A partir de ese momento el Cody se llama Hetitor, y muestra orgulloso su panel inferior derecho con su cara, su nombre y su frase cómica. Es, creo, mi humildísimo homenaje a mi amigo Hector Daniel Escobar, quien hoy hace una semana lo enterramos, cada vez que el Cody vuele estaremos mas cerca de él y será nuestro nexo, el de sus seis amigos de los jueves, para con ese gordo, pelado y bonachón que tuvo el tupé de irse de esa manera: alocada, como su estilo lo mandaba.
Mando algunas fotos del Hetitor, ya terminado. No lo pintaremos, no habrá Cody de tela, no habrá otro Cody que se haga con ese molde. Será único, como Héctor, y llevará su nombre porque creo, honestamente, se lo merece.
Nos estamos viendo,