
Gracias a la gentileza de Josselin Millecamps de la Association MIZTRAL de Francia, tenemos el gusto de reproducir a continuación, un hermoso relato sobre el festival de Shirone en Japón.
La traducción fue realizada amablemente por Irma E. Lavielle.
La gran masacre de barriletes

Es una tradición muy antigua. Cada verano, en Shirone (Japón) verdadera capital nipona del O-dako y del Rokkaku más de mil barriletes son sacrificados. Enviados al combate los unos contra los otros.
Una pequeña aldea apacible, rodeada de jardines y de invernaderos es Shirone, como un islote en medio de la gran llanura recorrida por el Canal Nakanoguchi. Pertenece a la prefectura de Niigata , cerca del mar de Japón.
La parcelación de los arrozales todavía inundados se extiende hasta el pié del monte Echigo, más allá del Shinkan-sen donde las vías aéreas surcan el paisaje de un horizonte al otro. Todo está calmado en la localidad, pero ya aparecen algunos indicios de lo que se prepara. ¿Qué hace pues el gran barrilete hexagonal expuesto en el andén de la pequeña estación?
Los pasajeros habituales de esta línea local que costea el canal con su vía única no parecen notarlo… En pleno centro, en la calle principal, otro barrilete inmenso y decorado con un pez gigante, cubre casi enteramente la fachada de un banco sobre el que está apoyado.
Recorriendo las calles se percibe de inmediato que están por todas partes: en la vidriera del peluquero, en el frente del supermercado, en el patio de la escuela, en la estación de servicio y hasta en la entrada de la comisaría.
Cómo todos los años, al aproximarse la estación de las lluvias, los dos modelos de barriletes típicos de Shirone: los O-dako rectangulares, y los Rokkaku hexagonales, han invadido la ciudad como para aprovechar los últimos días de buen tiempo. Llegado el momento no tendrán sin embargo miedo de mojarse! Después de un vuelo efímero, todos están destinados a un baño en las aguas del canal del que no saldrán sin dejar la piel.
El torneo comienza elevando un gran O-dako con la efigie del célebre Daruma, mítico monje budista del Siglo VI, símbolo de suerte y de felicidad, que es muy a menudo representado en los barriletes. Después de ser elevado bien alto en el cielo, desciende suavemente hasta planear a unos diez metros sobre el agua, cerca de la otra orilla. Atento allí, cerca del puente, su adversario está listo para partir… En el momento adecuado se arroja sobre el primero y los dos barriletes se traban en un torbellino. Las aclamaciones de la multitud acompañan la zambullida fatal justo en el medio del canal.
Durante algunos segundos el Daruma arroja al público su mirada fija. Luego termina por naufragar. El velamen de papel, instantáneamente disuelto y reducido a jirones, babea sus colores vivos en las aguas oscuras. De dos hermosos barriletes no queda más que un enredo de bambúes medio ahogados.
Pero cuando todo parece haber terminado las cuerdas se tensan de pronto y hacen surgir del agua las carcasa chorreantes que crujen por el esfuerzo ¡La fase decisiva del combate ha comenzado! A una señal de los árbitros de cada lado del canal los equipos tiran cadenciosamente de las cuerdas, acompañados por los gritos con que la multitud estimula a los contrincantes. Un chasquido seco… una de las cuerdas ha cedido. Es una explosión de alegría en el campo de los vencedores! Se renuevan los esfuerzos para llevar hasta su rivera los restos del barrilete enemigo. Ya una decena de otros O-dako ha invadido el cielo y libran batallas; el viento es bueno, la jornada será larga.
¿Porqué pues en Shirone se aplican a destruir de esta manera esos barriletes inmensos que exigen semanas de fabricación y tanto trabajo?
La tradición se remonta a 250 años; los primeros días de Junio están reservados cada año a esta batalla única en su género, en el curso de la cual se confrontan decenas de equipos de tako-kichi, locos de los barriletes, todos ellos habitantes de la ciudad o granjeros de los alrededores. Cada año durante los cinco días de combate, 300 O-dako y más de 1000 Rokkaku son sacrificados ¡
Cuenta la leyenda que en 1736 a continuación de grandes lluvias uno de los diques del canal cedió y la ciudad se inundó. Cuando fue reconstruida al año siguiente Mizoguchi, el señor de la provincia, tuvo la idea de ofrecer un premio al mejor barrilete que se remontara desde la orilla recién reparada, el pisoteo de la multitud de participantes y de espectadores consolidaría así el terraplén, asegurando la solidez de la orilla. Pero al caer sobre las plantaciones y las casas de la margen oeste hacia el actual pueblito de Ajikata, los barriletes causaron muchos perjuicios. Los damnificados decidieron responder de la misma manera haciendo caer grandes barriletes sobre Shirone.
Hoy los combates se someten a reglas muy precisas. Y aunque cada equipo tiente con cierta malevolencia de obtener la victoria final el fair play es de rigor.
Los inmensos O-dako y los Rokkaku , sólo atacan a sus homólogos, pero, tanto los unos como para los otros, los combates se desarrollan en dos tiempos. Se trata para comenzar, de cruzar las cuerdas de uno o de varios barriletes venidos de la orilla opuesta, maniobrando de modo que todos terminen por entremezclarse y sumergirse en el canal. Enseguida se deja deslizar a favor de la corriente ese enredo de cuerdas y barriletes. El equipo ganador es el que logra rescatar más estructuras de barriletes tirando de las cuerdas. Cada estructura llevada a la orilla vale un punto. Un juez toma nota del largo de la cuerda arrancada a los perdedores para desempatar eventuales ex aequo al terminar el torneo.
Las maniobras aéreas no son del todo predecibles. Por comenzar es necesario que el viento sople en la dirección adecuada, es decir, paralela al canal. Los barriletes tienen la particularidad de volar en dirección perpendicular a la del viento, por lo tanto si éste no es paralelo a la dirección del curso de agua, los barriletes de ambas orillas no podrán embestirse sobre el medio del canal.
Pero si el viento pierde fuerza o cambia de dirección se pierde la ocasión de enganchar el barrilete del contrincante, y si no se lo recupera suficientemente rápido se corre el riesgo de perderlo en las aguas del canal. Sucede también que un golpe de viento o una falsa maniobra hagan escapar a un barrilete del control del equipo que lo maneja y termine estrellándose sobre el poblado o las vías férreas cercanas.
Se han visto caer sobre los techos, sobre los espectadores o enroscarse en las cuerdas o en las barreras de los pasos a nivel. Constantemente los espectadores son advertidos de los riesgos que corren si no están atentos.
Del lado este, para facilitar el enganche, se dejan a menudo planear los barriletes a ras de agua. Sus cuerdas barren entonces las orillas donde se amontonan los espectadores más temerarios; el imprudente que no baja la cabeza se arriesga a un baño forzado.
Para atraer público todo el año y no sólo mientras dura el festival se ha inaugurado en Shirone un museo del barrilete . Se trata del más moderno y el más costoso que se haya construido.
La municipalidad otorgó un presupuesto de 1.600 millones de yens (92 millones de francos).
Si se tiene en cuenta que la población de Shirone es de 36.000 habitantes, se puede calificar el esfuerzo de colosal. La recompensa es un edificio de 2500 m2, una colección de 1800 barriletes japoneses y muchos más provenientes de todo el mundo; una sala de proyección en video 3D alta definición con filmes del festival y también una cámara donde los niños pueden testear sus barriletes construidos en el taller vecino.
La tradición ancestral de los barriletes representa más que una apuesta turística para Shirone: es un lazo social formidable, el orgullo y la pasión de una ciudad entera, todo un panel de su cultura y de su identidad.
Josselin Millecamps – Cerf-volant Club Miztral
Tradujo: Irma E. Lavielle
Enlaces:
- Pagina Oficial de la Ciudad de Shirone (en japonés)
- Festival de Shirone
- Video del Festival del año 2000
- Tako in the sky with Diamonds
- Para traducir se pueden utilizar los servicios de Altavista