por Chris Ornelas - Guatemala
Esta tarde estoy acurrucado frente a la computadora, envuelto en una manta. Está diluviando afuera y mi ropa está empapada por caminar bajo la lluvia. La estación húmeda dura hasta fines de octubre, y estos últimos días estuvieron muy fríos y lluviosos. Cuando llueve, la calle frente a mi casa se convierte en un río marrón, que baja a borbotones de la colina. Es prácticamente imposible pasar por él, ya sea en auto o a pie. Las bocacalles son especialmente tramposas, y a veces tenés que saltar de un lado al otro y esperar que no te arrastre.
El fin de semana pasado caminé hasta la cancha de fútbol con la clase de Luis para remontar barriletes. Luis dicta distintas clases en la escuela media local, incluyendo arte (de ahí el proyecto barriletes), deportes, y Castellano. El miércoles fue su último día de clases, y como proyecto final, cada uno tuvo que hacer un barrilete. Cuando llegué a la cima de la colina, habían unos cincuenta chicos curiosos esperando en las gradas, con infinidad de barriletes multicolores. Había una gran variedad de estilos y distintos niveles artesanales. A diferencia de los adornos estrictamente mayas de los barriletes gigantes, habían muchos pájaros Tweedy y varios osos Pooh. Algunos varones tenían al Hombre Araña y otros Guns n' Roses.
La cancha de fútbol es el mismo predio donde se remontan los barriletes gigantes. Está en la cima de la colina, con vista a la ciudad y junto al cementerio. No es muy grande, y mientras observaba a los chicos volando sus diminutos barriletes del oso Pooh, me costaba imaginar cómo pueden remontar los gigantes. Algunos de los varones tenían barriletes relativamente grandes, de dos metros. Intentaron remontarlos sin éxito. Necesitaron que cuatro de los cinco chicos sostengan la cuerda, todos corriendo a lo loco intentando mantenerlo a flote.
Pronto las nubes oscuras que se juntaron sobre nuestras cabezas repartieron sus bienes prometidos. La lluvia se desató con fuerza y todos se amontonaron bajo las gradas. Duró poco tiempo, pero fue lo suficiente como para dañar varios de los barriletes cuyos esforzados navegantes no lograron resguardarlos lo suficientemente rápido. Lamentablemente, este es un peligro real para los barriletes gigantes también. Algunos años, todos los barriletes se arruinaron por una repentina tormenta fuerte. Meses de arduo trabajo y noches sin dormir pueden derrumbarse en sólo unos minutos. Cuando pasa esto, verdaderamente es una aplastante frustración para los barrileteros.
No obstante, el peligro de destrucción es de alguna manera parte del trabajo artístico. Todos los barrileteros saben que aun con una pequeña cantidad de lluvia, todos los intricados detalles y las precisos combinaciones de colores pueden fácilmente arruinarse. Una ráfaga de viento fuerte justo en el momento en que se remonta el barrilete puede rasgarlo en dos. Son artistas trabajando en el más delicado de los medios, y dado que están haciendo barriletes, no tienen otra opción más que exponer su arte al viento.
Restan menos the diecisiete días para la Feria, y la construcción de barriletes avanza con apuro. Este último sábado me quedé levantado hasta las tres de la mañana con el grupo Agrupación Barrileteros, ayudándolos con su diseño. Se están moviendo rápido. Cuando me reuní con ellos la primera vez hace dos semanas, sólo tenían terminados cuatro de los doce lados, pero ahora les falta sólo uno para terminar. Estuve más que nada trabajando con ellos. A veces los voy a visitar después de entrevistar a un grupo diferente. Siempre se ponen contentos al verme y agradecen mi ayuda.
El sábado comenzaron a dibujar el diseño central sobre papel Manila. El papel Manila se utiliza como base para el dibujo final; es donde pueden aparecer errores y se pueden borrar. Primero se pegan las hojas con cinta para formar una enorme hoja. Luego hacen líneas sobre ella para formar una grilla, lo que les permitirá reproducir el pequeño dibujo en color a gran escala. La imagen entonces se dibujo cuadro por cuadro sobre la hoja Manila. En este caso, habrán demonios y ángeles rodeando a un hombre nacido en la miseria. Yo tengo que ayudar a dibujar la cara de un demonio.
Una vez hecho el bosquejo del dibujo, se identifica cada sección diferente con un color específico. Al igual que con los lados, cada pequeña sección de papel tissue se delineará, cortará y pegará dos veces sobre una hoja blanca transparente. La hoja blanca se coloca sobre el papel Manila, y se dibuja la imagen. La imagen, por ultimo, se monta con múltiples trozos de papel tissue de colores.
Cada equipo utiliza una técnica diferente para que su barrilete sea lo más brillante posible. El grupo Gorrión Chupaflor ha desarrollado una forma de amalgamar múltiples colores entre sí como si estuviesen pintados. Cuando se colocan los colores más claros sobre los colores más oscuros, estos últimos aparecen al pegarlos juntos. Usando manchones muy espesos de pegamento pueden crear el efecto de pinceladas. Se venden más de veintiocho colores diferentes de papel tissue en los negocios, pero amalgamando los colores entre sí, pueden crear una variedad mucho mayor.
Cerca de la una de la mañana, los Barrileteros hicieron una pausa para beber chocolate caliente y comer sandwiches de jamón untados con mayonesa. Todos estaban cansados pero de buen ánimo, riendo y haciendo chistes. Eduardo, el principal coordinador del grupo, preguntó si podían contribuir con veinticinco quetzals para pagar las remeras del equipo. La mayoría asintió, pero unos pocos no podían solventar el costo (alrededor de tres dólares) y se rehusaron. Se hizo una lista anotando quiénes podían contribuir y con cuánto. Así es como se resuelven la mayoría de las cuestiones monetarias, con todo el grupo, y la gente aporta lo que puede.
No hay aporte estatal para financiar a los barrileteros. Cada grupo le pone el hombro a la mayor parte de los gastos ellos mismos. La Municipalidad, a través del Comité, distribuye una pequeña cantidad de fondos para cada grupo, dependiendo del tamaño del barrilete. Un barrilete de 13 metros puede conseguir Q 1.500, pero esto es una miseria comparado con los Q 44.000 a Q 60.000 que se estima se gastan para hacer sólo un barrilete. Se espera que todos en el grupo aporten una parte para cubrir este costo enorme, pero esto es una verdadera hazaña. Muchos en el grupo son estudiantes que dependen de los ingresos de sus familias. Otros están trabajando y quizás pueden afrontar un mejor aporte, pero poca gente hace abultados cheques. Víctor, uno de los barrileteros, trabaja para la Municipalidad como asistente de proyectos de trabajo. Gana Q 30 por día y Q 300 cada dos semanas. Con lo poco que junta ayuda a su familia a pagar las cuentas y no le queda mucho para alguna otra cosa.
Muchos grupos han manifestado que lo más difícil de la construcción de barriletes es afrontar el gasto. Algunos de los grupos más establecidos pueden comprar los materiales a granel meses antes de que comience la construcción de barriletes. Sin embargo, dado que están tan justos de dinero, la mayoría de los grupos no puede darse ese lujo. Compran el papel tissue y el pegamento fragmentado, según se vaya necesitando. De esta forma es más caro y más riesgoso, porque hacia fin de mes, el papel tissue es un bien escaso.
El día de la Feria se entregan premios al mejor diseño. También hay un premio al mejor uso de los colores, mejor uso de las imágenes mayas tradicionales, y por la destreza en el vuelo. Pero los premios son más que nada simbólicos. El equipo ganador recibe Q 1.500, que es prácticamente nada comparado con el tiempo, esfuerzo y gasto que genera la confección de barriletes. Muchos de los barrileteros dicen que lo que hacen es un sacrificio para mostrarle a la gente las bellezas de Sumpango y Guatemala. No ganan dinero por los barriletes. Su único momento de gloria es cuando ven la expresión en la cara de la gente al elevar su barrilete por primera vez para que todos lo vean.
Los Barriletes Gigantes son obras de arte con un lapso de vida: nacen, viven, vuelan, siguen y mueren. A pesar del amor, de las horas de trabajo y del dinero que ponen en su creación, todos saben que sólo vivirán un día. Cuentan con un día de Gloria, para volar y mostrar al mundo la belleza y la cultura de Sumpango. Pero no son para que vivan siempre. A veces el viento y la lluvia los destruyen. Otros, mueren como kamikaze brillantes estrellándose en la tierra. Y hay otros que encuentran una muerte gradual en una truja, una habitación llena de polvo que se usa para almacenar maíz después de la cosecha. Allí los guardan y se olvidan de ellos. Sus colores radiantes se van con el tiempo, y las ratas arrancan agujeros en ellos para hacer sus nidos.
Pero durante un día, viven, por sí mismos. En mi trabajo artístico, sé que una vez que la obra está completa deja de pertenecerme. Ya no puedo ejercer dominio sobre ella, y si se destruye por los elementos, que así sea. Quizás, los barrileteros sienten una sensación similar cuando se elevan sus barriletes en el aire, que de algún modo se convierten en criaturas vivientes a las que deben dejar ir.
Más abajo transcribo una canción que estaban tocando mientras escribía esta entrega. Creo que es muy apropiada así que la dejo para que la lean.
Soltarlo, dejarlo ir,
que vuele, que encuentre
su propia voz,
ya no me pertenece a mi.
Yo solo dejo a él.
Soltarlo al aire, dejar salir
del pecho este sentimiento,
que ni murió.
Yo ya vi mi sol nacer,
y vuelve a amanecer.
Volverá comenzar en la vida.
mirando un cielo azul,
con fe con mi poder,
con todo el corazón,
llevando este canción por la vida.
Aquí hay más fotos para que disfruten mirándolas. Las primeras tres son de los chicos en las clases de arte de Luis. Las tres que siguen, corresponden al grupo Gorrión Chupaflor. Tienen una técnica excelente para colocar papeles de diferentes colores creando un efecto de matices. Los siguientes tres son de Bernabé Herrera y su hijo, Herbert, en su casa. Ha construido barriletes durante más de veinticinco años. En una foto me está mostrando cómo atarle una hoja de afeitar a la cola del barrilete. Cuando era niño, acostumbraban a jugar un juego en el que atacaban el barrilete de otra persona y trataban de cortarle la cuerda con la cola portando la hoja de afeitar. En la actualidad, la mayoría de los niños ya no practica esta tradición. Bernabé es un excelente constructor de barriletes, y se ganó una buena reputación porque siempre puede volar su barrilete en la Feria.
Las últimas fotos son de una procesión que se realizó cerca de mi departamento. Escuché que sonaban muchas trompetas y salía al balcón a echar un vistazo. Sólo pude ver, dando vuelta la esquina, la parte final de la cola de una multitud que llevaba estatuas adornadas con flores. Agarré mi cámara y corrí por la calle para alcanzarlos. Habían tres grandes estatuas de diferentes santos, todas cubiertas de flores. Al frente iban muchachos llevando carteles y detrás de ellos, habían hombres tocando las trompetas. Lamentablemente, mis baterías se murieron justo cuando los alcancé. Pero me las ingenié para tomar estas dos fotos.