por Chris Ornelas - Guatemala
Hoy estoy sentado frente a la ventana, la tarde siguiente al Día de los Difuntos. El brillo del sol ilumina mi escritorio. En menos de una hora se supone que estaré almorzando con Federico. Me invitó a probar Fiambre, plato tradicional en Guatemala que se sirve el Día de los Muertos. Es un plato frío que incluye siete tipos de carnes distintas mezcladas como en una ensalada, con pequeños trozos de vegetales incorporados como aderezo. Mi amiga Kirsten, que en varias ocasiones se vio sometida al fiambre, lo considera más una tortura que un manjar. Pronto lo constataré.
Mientras me dirijo a la casa de Federico, pienso en todas las cosas sorprendentes que me pasaron en los últimos días. El jueves se realizó la Feria Internacional de los Barriletes. Fue un evento que duró todo el día, y miles de personas llegaron desde todas partes de Guatemala y del mundo. Se exhibieron decenas de barriletes, gigantes y pequeños. El momento tan esperado por todos los barrileteros finalmente había llegado. Ayer remontaron sus barriletes por primera vez. Fue un espectáculo magnífico.
Hasta la mañana del 1° de noviembre, todos estuvieron trabajando a un ritmo afiebrado para terminar sus barriletes. Algunos grupos no durmieron varios días. Antes de ayer a la noche estuve con Agrupación Barrileteros, mientras colocaban los últimos detalles a su barrilete. Era increíble ver cómo había avanzado el grupo. Todo el mundo estaba exhausto y con ojeras. Sin embargo, el barrilete terminado, lleno de imágenes de demonios y ángeles, se veía fantástico.
Otro grupo, Los Happy Boys (su nombre es en inglés, no en castellano) estaba particularmente atrasado. Menos de dos días antes de la Feria, tenían un 80% terminado, aún cuando habían estado trabajando ocho horas diarias durante todo octubre. La noche de la Lunada -noche a la luz de la luna- cuando todos los grupos se juntan para hacer las estructuras de soporte, Los Happy Boys estuvieron, obviamente, ausentes.
Pasar la noche sin dormir es como un distintivo honorífico para los barrileteros. Es un signo de dedicación , y estos últimos días, todos han tenido la fortaleza de un héroe de la guerra. Durante la noche de la lunada, todos se quedan levantados durante la noche entera preparando la feria de barriletes. Todo comenzó en 1999, cuando un grupo, El Gorrión Chupaflor, decidió que podían ganar tiempo el día de la feria si dejaban todo preparado la noche anterior. Pronto los demás grupos hicieron lo mismo.
Esa noche hay mucho trabajo pesado por hacer, pero también hay mucha juerga. Hay puestos de tacos y cerveza alineados en el campo de fútbol, y un enjambre de familias salen a mirar cómo trabajaban los barrileteros. El olor a cigarrillo y a carne asada inundó el aire. Los barriletes se levantarán mediante poleas atadas a postes gigantes. Cada poste debe estar firmemente enterrado en el suelo para poder sostener el peso del barrilete. Esto implica cavar agujeros de un metro y medio en la tierra.
Una vez que los postes están bien afirmados en su lugar, cada grupo comienza a armar la estructura del barrilete. El bamboo se arma uno sobre otro para que tome la forma de una estrella radial. Cada trozo de bamboo debe tener el mismo largo y debe estar equidistante de las otras partes. A veces se deben atar dos pedazos de bamboo juntos usando alambre metálico para que queden con la longitud correcta. Luego se envuelve un cordón alrededor del extremo del bamboo para crear el contorno del barrilete. En el caso de la Agrupación Barrileteros, cuyo barrilete tiene el formato de una estrella, ellos utilizan alambres de guía para crear el contorno deseado.
Cerca de las dos y media de la mañana, Agrupación Barrileteros terminó de armar la estructura de su barrilete. Sacaron una gran jarra con café caliente y comieron una sopa tibia de habas con tortillas. Otros grupos seguían trabajando duro. Cuando me fui, seguía sin haber señales de Los Happy Boys. Su espacio estaba totalmente vacío, lo que significaba que todavía les quedaba una larga noche por delante.
La mañana de la feria me subí a un taxi para que me lleve al campo de fútbol porque se me hacía tarde. De todos modos, las calles estaban tan congestionadas de autos y gente que nos llevó quince minutes hacer dos cuadras. Me bajé rápido del taxi y le pagué al chofer. Me imaginé que iba a llegar antes caminando.
A los costados de las calles que llevaban a la feria habían alineados vendedores de todo tipo. Había gente vendiendo humeantes tamales, maíz tostado, coloridos hipiles mayas, y bijouterie artesanal. Había multitudes en todas las direcciones. Habían muchas mujeres mayas con vestidos brillantes y hombres con sombreros de cowboy. Se estima que unas cincuenta mil personas llegaron a la ciudad sólo para ver los barriletes. La fortuna le sonrió a Sumpango ese día: el clima estaba casi perfecto. Había salido el sol, corría una fresca brisa y habían unas pocas nubes.
La Feria comenzó cerca de las 10 de la mañana, con el dictamen de la categoría infantil. Se habían registrado oficialmente doce grupos en esta categoría, pero se presentaron veinticinco grupos esa mañana. Me pidieron que hiciese de juez. En años anteriores, era un requisito encontrar jueces de otras ciudades, porque casi todos en la ciudad tiene algún vínculo con uno u otro grupo. Este año hay una mezcla de jueces, tanto de fuera de Sumpango como viejos barrileteros que se habían retirado hacía tiempo.
La decisión me resultó más difícil de lo que pensaba. Los barriletes se evaluaban en cuatro áreas: color, diseño, tema y habilidad de vuelo. Algunos de los barriletes de los chicos eran muy elementales, pero otros mostraban un alto nivel creativo y sofisticación técnica. Nunca estuve del todo seguro si esos chicos habían contado con la ayuda de sus padres o si habían adquirido las habilidades trabajando con uno de los grupos mayores en la categoría A o B. En última instancia, tome mi decisión basándome en la calidad artística del barrilete.
A primera hora de la tarde, se juzgan y luego remontan los barriletes de la categoría B; tienen entre 4 y 7 metros de ancho. Esta fue la parte más excitante del festival. Muchos de estos barriletes eran increíblemente hermosos y tenían tantos detalles -o más- que los barriletes de la categoría A. Yo había entrevistado a muchos de estos grupos antes de la feria y fue emocionante verlos volar sus barriletes por primera vez.
Remontar estos monstruosos barriletes plantea un verdadero desafío tanto para los barrileteros como para los organizadores del festival. Los barriletes tienen que volarse en el medio del campo de fútbol, y requieren entre setenta y ochenta metros de espacio para correr. Mantener a la muchedumbre bajo control es un problema constante. Miles de personas se amontonaban alrededor de los barrileteros, pujando para tener una mejor visión y terminan obstruyendo la pista. Lo que no comprendían, al principio, era que los barriletes se podían estrellar en un instante y lastimar seriamente a cualquiera que estuviese cerca. Sin embargo, esta lección pronto resultó bien clara.
El primer grupo en volar su barrilete lo remontó probablemente treinta o cuarenta pies en el aire. Pero el viento no era lo suficientemente fuerte y el barrilete bajó planeando hacia el suelo. En su segundo intento, el barrilete subió más alto pero repentinamente comenzó a girar descontroladamente y aterrizó en el medio de la muchedumbre. Todos se amontonaron buscando protegerse y, afortunadamente, no le pegó a nadie. Esto volvió a pasar varias veces: uno de los barriletes llegó a tirar un puesto de comida. Y aún así, el gentío seguía avanzando. La tentación de sacar una foto era demasiado grande, y el tema de la tarde era 'esquivar y cubrirse'.
Los vientos no soplaban muy fuertes y a la mayoría le resultó difícil volar. Solo unos pocos tuvieron éxito al remontarlos en el aire. Uno de ellos fue Bernabé Herrera. Según Herrera, cuyo barrilete se elevó fácilmente, el truco para volar uno de los barriletes gigantes es alivianarlo con el largo adecuado de la cola.
Sin embargo, muchos grupos sacrifican la destreza voladora en pos de la creación. Eligen utilizan varias capas de papel tissue para que los colores resalten más, y así hacen más pesado al barrilete para que vuele. Herrera, también conocido como Chonpipe para sus amigos, usa sólo una capa de papel tissue.
Mientras el barrilete de Herrera volaba fantásticamente por el aire, me maravillaba ver sus colores brillantes. Como anteriormente, su barrilete se elevó tan rápido que apenas si tuve tiempo de agarrar mi cámara. Voló plácidamente durante diez minutes hasta que comenzó a soplar un viento fuerte que lo impulsó hacia arriba. El barrilete de Herrera salió con ímpetu hacia adelante y, de pronto, se rompió en pedazos. Se estrelló de nariz, perdiéndose uno de los barriletes gigantes de la categoría A. Fue una muerte espectacular.
A la tarde, todos los barriletes de la categoría B ya habían sido volados. Era ahora el momento de juzgar a los barriletes de la categoría "A". Para entonces, la mayor parte de los barriletes ya habían sido remontados temprano a la mañana. A medida que los remontaban, se amontonaba una gran multitud, atentamente observando a los barrileteros atar el lienzo al armazón.
Observé como Agrupación Barrileteros remontaba con cuidado su estructura y desplegaba el lienzo debajo. Necesitaron veinte personas para elevar el barrilete. Se atan cordones al armazón, los que se conectan a poleas. El lienzo tenía pegamento y llevaba tiras coloridas de papel tissue adheridas a los lados como decoración. Movieron cuidadosamente el barrilete para ubicarlo en su lugar; si quedaba mal ubicado, la imagen queda torcida. Con un fuerte tirón, levantaron el barrilete.
Todos vitoreaban y aplaudían. La multitud se juntó para tomar fotografías. Fue un momento muy emotivo. Por primera vez, el grupo era reconocido y apreciado por su creación artística. Había una sensación palpable de alivio y júbilo. Felicité a Víctor, uno de los coordinadores del grupo. Estaba serio, pero excitado. Me dijo que creía que tenían buenas chances de ganar un premio.
Lamentablemente, la decisión del jurado estaba demorada. Los Happy Boys se habían atrasado y no habían remontado aún su barrilete. Cerca de las tres de la tarde seguían Armando el armazón. Su diseño era particularmente complicado. El grupo cuenta con historia por crear diseños abstractos, y este año decidieron hacer un barrilete gigante de quince metros que incluiría tres barriletes más pequeños de 5 metros, en uno. Sin embargo, con solo ocho personas en el grupo, la tarea era abrumadora.
Decidí tomarme un recreo de la feria para visitar el cementerio. Cuando ingresé, la energía afiebrada de la feria pronto se apagó. Si bien estaba justo al lado del campo de fútbol, con todo el gentío y el ruido, allí todo estaba muy tranquilo. Las familias se reunían alrededor de lápidas de colores brillantes, y el cementerio completo estaba saturado de color. Caléndulas y pétalos de rosa se alineaban a lo largo de las tumbas, junto a tiras de colorido papel tissue. La gente traía alimentos y bebidas para los muertos, y los niños remontaban barriletes pequeños.
Al verlos sentí mucha paz y dicha. En el cementerio, la metáfora del vuelo del barrilete como una conexión entre el cielo y la tierra, los vivos y los muertos, resultaba muy vívida y presente. Esta conexión está en el corazón de los barriletes gigantes. Aunque la Feria es más secular que religiosa en su naturaleza, es esta conexión con el pasado y los ancestros lo que sirve de motivación a muchos barrileteros.
La noche pasada había asistido a una ceremonia religiosa maya en el cementerio. Habían dos sacerdotes mayas, o guías espirituales, que nos guió a un grupo pequeño en las oraciones. Nos reunimos alrededor del fuego, en el medio del cementerio. Estaba hecho con un material especial que se iba quemando lentamente, y estaba rodeado de hierbas y velas. Una banda de muchachos con guitarras y flautas tocaba piezas tradicionales como música de fondo.
Los guías permanecieron de pie cerca del fuego y rezaron en Kachiquel, el dialecto maya regional. Yo entendía muy poco, pero por lo que capté en castellano, estaban haciendo ofrendas a los espíritus de los antepasados y de quienes habían fallecido recientemente. Luego de cada rezo, levantaban un puñado de semillas, hierbas o cebo de las velas y los arrojaban al fuego. Nos pidieron a cada uno que vertamos aguardiente -un tipo de brandy- al fuego en la señal de la cruz. Al finalizar la ceremonia, los guías rezaron para que todo saliera bien y que no hubiesen accidentes el día siguiente.
En el calendario maya, el día de los muertos no se celebra una vez al año, sino una vez al mes. Kame es el dios de la muerte y de los ancestros. En su día, las ofrendas se hacen en conmemoración a quienes fallecieron. Es una fecha para agradecer a los antepasados por darnos sabiduría y para pedirles su consejo en nuestras vidas diarias.
Muchos aspectos de la cultura maya fueron destruidos y gradualmente desaparecieron luego de trescientos años de dominio colonial. Muchas otras costumbres fueron erradicadas por tiranía de los gobiernos; la más reciente fue la Guerra civil de los '80, donde cientos de miles de campesinos mayas fueron asesinados. Sin embargo, perduran muchas tradiciones por pura tenacidad y veneración a las formas ancestrales.
La feria de los barriletes surgió de las festividades del Día de los Muertos y desde entonces se convirtió en un claro símbolo de la vitalidad de la cultura maya en Sumpango y en todo Guatemala. Nos es casualidad que esta sea una de las festividades más importantes en Guatemala, Méjico y por todo Centroamérica. Es sólo un ejemplo del sincretismo entre el catolicismo y las creencias religiosas mayas.
Cuando el sol comenzaba a ponerse, dejé el cementerio y volví al campo de fútbol. La feria estaba terminando, mientras Los Happy Boys estaban justo empezando a remontar su barrilete. Una importante multitud los rodeaba para observar el espectáculo. Estaban afiebradamente tratando de finalizar. "Qué triste", murmuró una mujer detrás de mí. El barrilete se veía poco prolijo desde atrás: habían alambres que sobresalían, algunos pedazos de papel tissue estaban rotos y cubiertos de suciedad. Parecía que la idea abstracta de un barrilete dentro de un barrilete no había sido buena después de todo.
Los extremos del bamboo estaban atados y tenían adheridos cordones. El barrilete gigante se colocó en su lugar. Y de un envión, se elevó en el aire. Los muchachos que estaban en la base del barrilete empujaron con todas sus fuerzas para evitar perder el equilibrio. Corrí a ayudarlos. De pronto, todos estaban aplaudiendo y vitoreando. El frente del barrilete era maravilloso. Se mantuvo más arriba que el resto de los barriletes, y el efecto de los múltiples barriletes era asombroso. Su diseño era uno de los mejores de todos los grupos. Representaban las tres etapas de al vida: nacimiento, madurez y muerte.
Alrededor de las seis de la tarde la feria llegó a su fin. A medida que el cielo se oscurecía, cada grupo comenzó a descender su barrilete. Uno por uno fueron bajando a la tierra, para luego ser doblado y llevado a casa. La feria fue un éxito. Los espíritus malignos definitivamente habían sido ahuyentados y todos fueron a su casa a comer fiambre.